jueves, 22 de abril de 2010

¿Altruismo o egoísmo genético?

El dilema sobre si el altruismo existe realmente en la naturaleza o no se trata más que de un egoísmo disfrazado es un debate que se mantiene dentro de la biología evolutiva y de la etología desde hace mucho tiempo.

Algunos autores, como el propio Dawkins, mantienen que el altruismo biológico no existe, mientras que otros autores no solamente postulan su existencia, sino la importancia de la cooperación en la historia de la vida.

Una nueva investigación realizada con hormigas y que ha tenido gran repercusión mediática ha venido estos días a sumarse al debate. Los pequeños artrópodos de la especie Temnothorax unifasciatus abandonan la colonia antes de morir, alejándose de sus congéneres.

Los investigadores de la Universidad de Ratisbona (Alemania) que publican estos resultados en el número de enero de la revista Current Biology, mantienen que este comportamiento representa una estrategia preventiva para evitar contagiar a sus congéneres, en lo que sería una clara demostración de altruismo en las sociedades de insectos.

De hecho, muchos medios han relatado el suceso como un ejemplar sacrificio en aras del bienestar de sus congéneres, llegando incluso a calificar de “heroínas” a estas pequeñas hormigas.

Sin embargo, las motivaciones de este comportamiento pueden ser diferentes (e incluso contrarias) a esta interpretación quizás demasiado teatral.

Temnothorax unifasciatus es un mirmicino que construye nidos de pequeño tamaño bajo piedra o aprovechando las fisuras de las rocas, a lo largo de Europa central y del sur.

Como ocurre normalmente en la naturaleza, las muerte no suele llegar por la edad, sino por algún tipo de incidente (depredación, infecciones y parasitismo, accidentes, etc.). Por ello, un individuo enfermo suele representar un serio peligro de contagio para sus congéneres, especialmente en insectos sociales donde se dan grandes concentraciones de individuos.

Ante esta situación, una estrategia consistente en que los individuos moribundos se alejen de la colonia, autoinflingiéndose una cuarentena, representa una importante ventaja para la comunidad.

Sin embargo, algunos autores han apuntado que este comportamiento puede ser inducido por el agente infeccioso o el parásito, como estrategia para una mejor dispersión e incluso contagio a otras colonias.

jueves, 8 de abril de 2010

Altruismo y amabilidad

La espiritualidad explicó de hecho el 27% de las diferencias en los niveles de felicidad de los niños.

Por otro lado, el temperamento de los pequeños también fue un importante pronosticador de su felicidad. En particular, los niños más felices resultaron ser los más sociables y los menos tímidos.

Pero, incluso sin tener en consideración el temperamento a la hora de medir el grado de felicidad de los participantes, la relación entre espiritualidad y felicidad siguió siendo importante.

La espiritualidad garantiza la felicidad de los niños





La espiritualidad ayuda a que los niños sean más felices.La razón: la espiritualidad, considerada como un sistema interno de creencias, produce el sentimiento de vivir con un sentido, estimula la esperanza, refuerza las normas sociales positivas, y proporciona una red social de apoyo, todos ellos elementos que mejoran el bienestar personal.



Estos resultados hacen pensar en la necesidad de estrategias destinadas a proporcionar a los niños una educación espiritual, a inculcarles actitudes hacia los demás como la amabilidad o el altruismo. Porque, en definitiva, la gente feliz es más tolerante, creativa y productiva, según los científicos.



El estudio realizado por los científicos Mark Holder, Ben Coleman y Judi Wallace, de la Universidad de Columbia, en Canadá, apuntaron, sin embargo, a que las prácticas religiosas (como ir a la iglesia, rezar o meditar) no influyen en el nivel de felicidad infantil.



Una explicación posible para esta ausencia de relación podría ser que los padres, y no los niños, son los que determinan la frecuencia de estos hábitos, explican los investigadores.



La espiritualidad podría describirse como el hecho de tener un sistema interior de creencias, mientras que la religiosidad es una actividad más organizada y externa, que puede estar basada en una iglesia, un libro, unas prácticas o rituales, etc.

La influencia de los padres



Aunque los niños puedan nacer con cierta predisposición genética hacia el altruismo, la familia ejerce una influencia fundamental para promover o no este comportamiento.

El amor y el respeto hacia los hijos es una de las mejores formas de promover el altruismo, pues estos niños se sienten seguros con el amor de sus padres y no tienen dudas de que les quieren.

Los niños que en la etapa de la infancia y primeros pasos tuvieron un vínculo afectivo seguro con sus padres, tienen más probabilidades de responder ante la aflicción de otros niños, tienen más amigos y sus profesores los consideran más competentes socialmente.

Los padres de estos niños enseñan con su ejemplo y enseñan a sus hijos a ponerse en el lugar de los demás, con preguntas como: ¿Cómo te sentirías tú si fueras ella? ¿Cómo crees que se siente Juan por haberse quedado sin el pastel que le has quitado? Es decir, si un niño se lleva algo que no es suyo, no le dan una charla sobre la honestidad ni le pegan o le llaman malo, sino que tratan de apelar a sus sentimientos y empatía.

Los niños altruistas saben que sus padres esperan de ellos honestidad y caridad, y que cumplan con sus responsabilidades en el hogar. Además, estos padres buscan también otros modelos y leen cuentos o muestran a sus hijos programas de televisión que enseñen empatía, cooperación y participación. Estos programas ayudan a los niños a ser compasivos, generosos y caritativos.

jueves, 25 de marzo de 2010

Educación emocional y los niños


La educación emocional se desarrolla mejor durante la infancia, época en la cual, la información se aprende a través del ejemplo. Es en este periodo crítico de aprendizaje cuando los niños establecen sus actitudes, cuando empiezan a considerarse buenos o malos, hábiles o torpes, felices o infelices, etc.

También es en esta etapa donde adquieren hábitos emocionales que coinciden con la visión que tienen de ellos mismos, se comportan siguiendo ciertas líneas y son tomados por los adultos como tales.

La mayor parte de modelos de conducta se aprenden de los padres y las demás personas que rodean al niño, conllevando a un determinado tipo de conducta cuya duración dependerá del tratamiento que se le en la que si los padres son maduros e inteligentes emocionalmente, el niño recibirá mensajes positivos que le permitan entender las consecuencias de sus conductas y por qué estas son o no favorables ; en caso contrario, si se es inmaduro emocionalmente probablemente se recurra a métodos tales como los gritos o agresiones físicas para corregirlos.

Los niños se irán formando en la madurez emocional a medida que los padres la enseñen y la practiquen con ellos, teniendo en cuenta los aspectos mencionados anteriormente, tales como abrir el corazón, evitar los juegos de poder (abusar de la autoridad, maltratarlos y manipularlos a través del miedo), ser sinceros, evitar el control excesivo (ser rígido), comprender los temores de los niños, alentar los recursos emocionalmente cultivados, enseñarles autodefensa emocional (decir lo que le gusta o desagrada – asertividad) y ser paciente.



Además, los padres deben tener siempre presente, que los niños aprenden poco a poco y que ellos son la principal fuente de información, es allí donde radica la importancia de formarse y educarse para poder adquirir una mejor madurez emocional, que les permita transmitir todo ello a sus hijos, habilidades que no sólo le servirán para desenvolverse en la escuela y tener amigos, sino para toda la vida.

jueves, 18 de marzo de 2010

El altruismo en situaciones planificadas (Voluntariado)



Se ha demostrado que existen características de personalidad altruista que ayudan a las situaciones planificadas. Bierhoff, Klein & Kramp en la década de los 90 llevaron a cabo un intento más amplio para identificar la personalidad altruista, mencionando las siguientes características:

Empatía → es la capacidad de sentir lo mismo que siente el otro, siendo una parte importante del auto concepto. Uno al ver cómo reacciona el otro actúa. A mayor empatía, más se ayudará. Las personas que se ven más empáticas a sí mismas ayudan más.

Creencia de un mundo justo → las personas creemos que todo el mundo recibirá lo justo, aunque algunos piensan que no. Las que creen en ello ayudarán más, porque perciben al mundo como un lugar equitativo y predecible en el que el buen comportamiento se recompensa y se castiga el inadecuado.

Sentido de responsabilidad social → sensación que tienen muchas personas de ser responsables de los problemas de los demás, aunque todos debemos colaborar.

Ubicación interna de control → esto consiste en la creencia de que uno se puede comportar de manera que maximice sus buenos resultados y minimice los males, que el individuo puede marcar la diferencia y que no está indefenso a la merced de la suerte. También, hay personas que cuando les ocurre algo atribuyen las causas al exterior (no he tenido suerte…) y otros al interior (me he esforzado…).
Las atribuciones externas pueden ser a factores sociales que se pueden controlar o a factores incontrolables (como el destino que no se puede cambiar); estas últimas atribuciones hacen que los individuos se conviertan en muy pasivos y no ayuden.

Poco egocentrismo → los que ayudan más tienen menos egocentrismo ya que piensan menos en sí mismos y más en las circunstancias y en los demás.

Nurturance → significa ser cuidadoso, estar al cuidado. Hay personas que cuando realizan un comportamiento piensan qué repercusión va a tener sobre los demás.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El papel de los padres



Aunque los niños puedan nacer con cierta tendencia genética hacia el altruismo, la familia ejerce una influencia importante para promover ese comportamiento. El amor y el respeto hacia los hijos es una de las mejores formas de promover el altruismo, ya que estos niños se sienten seguros con el amor de sus padres y no tienen dudas de que les quieren.


Los niños que en la etapa de la infancia y primeros pasos tuvieron un vínculo afectivo seguro con sus padres, tienen más probabilidades de responder ante la aflicción de otros niños, tienen más amigos y sus profesores los consideran más competentes socialmente.


Los padres de estos niños enseñan con su ejemplo y enseñan a sus hijos a ponerse en el lugar de los demás, con preguntas como: ¿Cómo te sentirías tú si fueras ella? ¿Cómo crees que se siente Juan por haberse quedado sin el pastel que le has quitado? Es decir, si un niño se lleva algo que no es suyo, no le dan una charla sobre la honestidad ni le pegan o le llaman malo, sino que tratan de apelar a sus sentimientos y empatía.


Los niños altruistas saben que sus padres esperan de ellos honestidad y caridad, y que cumplan con sus responsabilidades en el hogar. Además, estos padres buscan también otros modelos y leen cuentos o muestran a sus hijos programas de televisión que enseñen empatía, cooperación y participación. Estos programas ayudan a los niños a ser compasivos, generosos y caritativos.

Niños altruistas son más felices




Conseguir que los niños crezcan más felices se logra incentivandoles, inculcándoles valores espirituales, como la alegría de vivir o la importancia de la amistad.

Eso fue lo que demostró un estudio realizado por investigadores de la Universidad de la Columbia Británica, en Canadá, y publicado en la revista 'Journal of Happiness Studies'.

El trabajo dirigido por el doctor Mark Holder, dice que los niños que sienten que sus vidas tienen un sentido y que creen en valores, como la amistad, son más felices. Sin embargo, las prácticas religiosas ejercen un efecto mucho menor en la felicidad del niño.

La relación entre espiritualidad, como sistema de creencias que cada persona para sentirse fuerte y cómodo, y religiosidad han sido siempre relacionadas con el incremento de la felicidad en adultos y adolescentes. Sin embargo, se han realizado pocos trabajos para averiguar si esta situación se daba también en los niños.

La investigación dirigida por Holder analizó a 320 niños con edades entre los 8 y 12 años, procedentes de cuatro escuelas públicas y dos colegios religiosos. Los niños completaron seis cuestionarios diferentes para medir su nivel de felicidad, espiritualidad, religiosidad y sus temperamentos. Los padres también fueron interrogados sobre la felicidad y el carácter de sus hijos.

Los autores descubrieron que los menores que decían ser más espirituales eran también más felices. Valores personales como la alegría de vivir y comunales, como la calidad y profundidad de sus relaciones, resultaron ser importantes índices para predecir los diferentes niveles de felicidad entre los niños.

También el temperamento de los menores fue un valioso predictor de su felicidad, pues que los niños más felices son también los más sociables y los menos callados.

La relación entre la espiritualidad y la felicidad se mantenía fuerte, incluso cuando los autores tenían también en cuenta el temperamento del menor.

En contraste, la religiosidad, entendida como acudir a misa, rezar o meditar, demostraron tener un efecto mucho menor en la felicidad de los niños.

Aumentar los valores personales puede ser la clave de la relación entre espiritualidad y felicidad, indicaron los autores, quienes apuntan que incentivar la amabilidad con los demás y los actos altruistas puede ayudar a hacer a los niños más felices.

sábado, 13 de febrero de 2010

Niños que se preocupan por los demás



Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Zurich (Suiza) y del Instituto Max-Planck (Alemania), los niños son altruistas a partir de los 7 años de edad. Para llegar a esta conclusión tomaron los datos de un grupo de 229 niños con edades comprendidas entre los 3 y los 8 años.

Ernst Fehr, uno de los principales responsables del estudio, plantea una nueva prueba para determinar la aparición del altruismo a un grupo de niños de entre 3 y 8 años. Se dividen a los niños en dos grupos y se les plantean dos posibilidades, la de conseguir ganar un caramelo para ellos solos o la posibilidad de ganar dos caramelos y compartir el premio con uno de los miembros del grupo el premio.

Los niños de entre 3 y 4 años de edad preferían no darle un caramelo al compañero, aunque los dos caramelos fueran iguales. En cambio, los niños de 7 y 8 años de edad elegían mayoritariamente la segunda opción, ofrecían un caramelo a otro miembro del grupo. En este caso parece ser que la relación social influía, los niños daban el caramelo a los niños que eran más afines y que más conocían.

El altruismo debe relacionarse con las etapas de desarrollo de cada niño y también debe influir el ambiente en el que esten. Una educación en la que los niños lo tienen todo, que están colmados de caprichos, puede provocar mayor egoísmo en los niños, es lo que afirman algunos expertos psicólogos.

Los niños altruistas tienen una avanzada capacidad de razonamiento y son capaces de asumir el rol de otros. También son activos y tienen una mayor confianza en sí mismos. El resto de los niños suelen preferirlos como compañeros de juegos.

jueves, 11 de febrero de 2010

¿Qué es el altruismo?



El termino altruismo proviene del francés antiguo "altrui" que significa: de los otros y se puede entender como el comportamiento que aumenta las probabilidades de supervivencia de otros a costa de una reducción de las propias. Es decir, es un sacrificio personal por el beneficio de los demás. Se refiere a la conducta humana y es definido como ¨la preocupación o atención desinteresada por el otro o los otros¨, caso contrario del egoísmo. Existen diferentes puntos de vista sobre el significado y alcance del altruismo.

1. Amar a otros como a uno mismo. 2. Comportamiento que promueve las oportunidades de supervivencia de otros a costa de las propias. 3. Sacrificio personal por el beneficio de otros. Algunos investigadores afirman que el altruismo nace en el hombre antes de los dos años de edad, lo que marcaría una tendencia natural a ayudar. En el ámbito religioso, y aunque no hay referencia al término “altruismo”, existen escuelas religiosas, filosóficas o espiritualistas que consideran la bondad como natural en el ser humano, y predican la necesidad de practicarlo diariamente. El término altruismo lo forjó el filósofo Augusto Comte, padre del positivismo. La idea del filósofo fue aportar el término opuesto a egoísmo, que no acaba de serlo la palabra generosidad, pues en ella no se explicita que el beneficiario de la misma sea precisamente el otro. Hay dos aspectos que definen el altruismo: La simpatía y el compromiso. La simpatía se apoya sobre valores de bondad y caridad. El compromiso considera un acto que se sabe va a beneficiar más a otro que a sí mismo, implicando un sacrificio personal. El compromiso se inscribe en una ética de la responsabilidad. Porque se trata de actuar concretamente sobre el presente y sobre el futuro para proporcionar mayor bienestar al resto de la sociedad, implicando una inversión personal para el desarrollo de bienes comunes. El altruismo y la solidaridad tienen una dimensión claramente humana y de servicio a la sociedad que se pone a prueba si para prestar ayuda a los demás tenemos que renunciar a beneficios propios, inmediatos y significativos.

Los altruistas optan por alinear su bienestar con el de los demás. De tal modo son felices cuando otros prosperan, y se entristecen cuando otros sufren. Siendo el prójimo una fuente más natural de autoestima que la posesión de objetos materiales, el altruismo resulta más edificante que el excesivo énfasis en uno mismo, que es psicológicamente dañino, erosiona la sociedad y alimenta el surgimiento del consumismo.